Grave, muy grave, que el Presidente convierta su conferencia mañanera en el patíbulo de los jueces que dictan fallos que no son de su agrado, como ocurrió esta semana.
El lunes, Andrés Manuel López Obrador amenazó con acusar al juez Patricio Vargas ante el presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, por una decisión que no le gustó sobre el ex jefe policiaco Carlos Gómez Arrieta, sospechoso de tortura en el caso Ayotzinapa.
Y el martes, cuando Vargas dictó una nueva resolución que sí le gustó, el jefe del Ejecutivo se congratuló por la “actitud receptiva y de colaboración” del Poder Judicial.
Lo cierto es que la actuación de Vargas fue apegada a derecho y prácticamente de rutina tanto al conceder a Gómez una suspensión provisional, como al negarle la definitiva.
A como están las cosas, lo que menos necesita el Poder Judicial es que el Presidente dé la apariencia de que les truena los dedos a los jueces para que resuelvan ¡como él quiere! (F. Bartolomé, Reforma, p. 8)
El lunes pasado, 21 diputados locales de Baja California aprobaron la ampliación de 2 a 5 años del periodo de la gubernatura de Jaime Bonilla, gobernador electo emanado de Morena, ¿por qué cometieron semejante marranada?, se preguntará el respetable, a lo que los legisladores podrán responder “¿por qué no? Lo hicimos porque podemos”.
Esta decisión tiene todos los agravantes, la sesión se hizo un lunes en la noche, cual delincuentes que esperan la obscuridad para hacer de las suyas.
Se llamó de última hora a una sesión extraordinaria para dar la puñalada trapera. Morena lo hizo con la complacencia de un Congreso de mayoría panista. Fuera de todo razonamiento y sensatez, tuvo el apoyo de todos los partidos políticos y cuando algo no es lógico, es metálico, y debió ser muuuuuy metálico. (Vianey Esquinca, Excélsior, p. Principal 6)
Hace apenas mes y medio, el 27 de mayo, los gobernadores priístas del país, comandados por el mexiquense Alfredo del Mazo y bajo la directriz trazada por el expresidente Enrique Peña Nieto, determinaron apoyar a Alejandro Moreno Cárdenas hacia la nueva dirigencia nacional del PRI, como una señal de mansedumbre hacia el gobierno López Obrador y tras presionar el botón de pánico ante las órdenes de aprehensión en contra del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, y del presidente de AHMSA, Alonso Ancira.
En solo 45 días el panorama se ha modificado dramáticamente. Las cabezas priístas alineadas aparentemente hacia el cadalso ya no solo son las de Lozoya y Ancira, sino que se ha brincado hasta Juan Collado, el afamado abogado considerado por la autoridad como prestanombres del propio Peña Nieto, entre otros políticos, lo mismo que de personajes tan controvertidos como el líder petrolero Carlos Romero Deschamps. (Roberto Rock L., El Universal, p. Nacional 9)
Las nuevas tecnologías de la información y comunicación han generado profundos cambios en la sociedad. Los procedimientos democráticos no han sido la excepción. Un ejemplo es la introducción del voto electrónico que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se difundió en distintos países. La tecnología aplicada en elecciones ha ido avanzando progresivamente: desde el uso de tarjetas perforadas hasta la introducción de sistemas de escaneo óptico avanzados. India, Brasil y Venezuela han desarrollado mecanismos de votación electrónica que se aplican en todo su territorio. Francia, Argentina, Perú, Canadá y Estados Unidos han implementado la tecnología localmente. En Reino Unido, Italia, Países Bajos y Alemania utilizaron estos instrumentos en alguna ocasión y no han optado por su desarrollo definitivo. Y en otros países como España, Suecia, Finlandia o Austria, las dudas sobre su fiabilidad han abierto el debate. (Jorge Egren Moreno, El Universal, p.13)
Uno quiere confiar pero cuando escucha que el secretario de Hacienda renunció porque se toman “decisiones de política económica sin suficiente sustento”, pues mejor se pone en guardia. Después, los analistas nos ponen a temblar cuando alertan de que vamos rumbo a una recesión, que ésta es inevitable.
Recesión económica implica una caída en la producción, menos consumo, menos inversión y, en consecuencia, despidos, desempleo y crisis económica, por eso en todos lados se le teme. Más aún cuando los países desarrollados, incluido Estados Unidos, están entrando en una desaceleración que no ayuda.
La verdad es que solo sabremos si estamos en recesión el 31 de julio, cuando el Inegi publique la cifra del crecimiento del PIB en el segundo trimestre. Si se asemeja al del primero, serán dos a la baja y no habrá duda, pero para eso todavía falta, aunque tanto el Banco de México como el Bank of America hablan ya de una “ligera recesión” y de “recesión técnica”. Pero el Presidente les contestó que puede haber disminuido el producto interno bruto pero “hay más desarrollo” y menos corrupción. (Héctor Zamarrón, Milenio Diario, p. 13)
Sólo una mente perversa pudo haber convocado a una celebración por el aniversario de la Policía Federal cuando la corporación con 91 años de edad está a 18 meses de desaparecer; su personal en la incertidumbre, las instalaciones tomadas, las protestas vivas, las persecuciones y venganzas latentes y unas 4 mil personas amparadas contra el actual gobierno.
Sí, con un sólido humor negro, el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño encabezó el “festejo” en medio del abandono, del duelo y la ignominia. Tuvo que hacerlo escondido en un auditorio porque las instalaciones del Centro de Mando de la Policía Federal en Iztapalapa siguen tomadas, a falta de acuerdos del funcionario con policías inconformes.
Tuvo que hacerlo sólo porque evidentemente el presidente López Obrador no asistiría a un réquiem. Tuvo que hacerlo apenas ante 200 policías de más de 35 mil que llegó a tener la Policía Federal porque apenas éstos son los que han firmado sin chistar su cambio a la Guardia Nacional. Tuvo que hacerlo con una invitación a medios de comunicación que se generó la misma mañana de este sábado para evitar que los manifestantes que han cerrado instalaciones de la policía se apersonaran en el cuartel general de la Secretaria y le echaran a perder la celebración. (Ethel Riquelme, La Crónica de Hoy, p.3)