Luego de las protestas de vecinos de la colonia Verónica Anzures, la Secretaría de Gobernación desistió de reubicar las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) en el local de Bahía de Santa Bárbara 193. Tras el anuncio de que la Comar movería su sede, actualmente ubicada en Versalles 49, en respuesta a las peticiones de habitantes de la colonia Juárez descontentos con el campamento de extranjeros en la plaza Giordano Bruno, colonos y comerciantes de la Verónica Anzures cerraron carriles centrales y laterales de Circuito Interior, temerosos de que en su zona se establecieran campamentos callejeros de refugiados.
Ciertamente, tales campamentos significan molestias para los habitantes fijos en cualquier rumbo en que se instalen y condiciones de vida inaceptables para quienes se ven obligados a residir en ellos; sin embargo, resultan inevitables en tanto no se cuente con albergues adecuados en las proximidades de las oficinas de la Comar.
La debida atención a esa población flotante de la capital y de otras urbes del país demanda soluciones creativas, dignas, humanitarias y obligadamente onerosas que eviten la condición de indigencia en la que subsisten los migrantes en tanto consiguen una visa de ingreso a Estados Unidos o regularizan su estancia en México. Más aun, es necesario asumir que los flujos migratorios que desembocan en nuestro territorio o que transitan por él son ya un fenómeno permanente que no va a desaparecer, y acaso ni atenuarse, en el corto plazo; en esta perspectiva, resulta indispensable ratificar la condición del país como tierra de asilo y acogida, emprender una reorganización institucional para atender este asunto, que es y seguirá siendo por tiempo indeterminado una faceta más de la vida nacional.
Aunque la presencia de migrantes y las respuestas a ella debe ser tema de la reflexión política, social y económica nacional, el tema no ha sido abordado en el actual proceso electoral con la amplitud que amerita. En su reciente visita a Chiapas, la candidata presidencial de la coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum, se refirió al establecimiento en esa entidad de un polo de desarrollo “que ayude a los chiapanecos y que sea también una forma humanitaria de atender la migración que viene del sur”.
El aspirante de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, ha hablado sin mucha precisión de implantar un “sistema de protección de derechos humanos” para los viajeros procedentes del extranjero, en tanto que Xóchitl Gálvez, de la coalición Fuerza y Corazón por México, se ha limitado a criticar el desempeño del actual gobierno en la materia. Sin desconocer la relevancia de lo propuesto por la abanderada oficialista, se requerirá de medidas más amplias en diversos puntos del territorio nacional –como en las urbes del norte del país, donde los migrantes también enfrentan condiciones sumamente desfavorables–, además de un rediseño de las instituciones encargadas de la atención a las personas en movilidad.
Pero más allá de las necesarias acciones gubernamentales, es necesario que la sociedad mexicana recupere su sentido de hospitalidad proverbial, lo ponga en práctica con quienes padecen los infortunios de la migración, se abstenga de considerarlos una molestia o una intrusión en su entorno y los vea, en cambio, como una oportunidad de ejercitar principios humanitarios que todo el mundo pregona pero pocos traducen en acciones concretas de generosidad.
Hay una línea muy delgada entre la irritación de los habitantes de las colonias Juárez y Verónica Anzures y las reacciones xenófobas y racistas en contra de los extranjeros; es impostergable cobrar conciencia de que las personas en movilidad son parte de nuestra realidad y que desarrollar fobias hacia ellas y actitudes discriminatorias sería una catástrofe ética que el país no debe permitirse. (Editorial, La Jornada, p. 2)